Fuente: matapuces
Los avances tecnológicos son un producto del imperialismo, es decir, de la conquista y de la imposición de un modo de vida cuyo fin es la acumulación de riquezas y el poder sobre el hombre y las sociedades menos desarrolladas técnicamente.
La eficacia de la técnica y la ciencia para crear nuevos inventos y espacios más cómodos y funcionales corresponde a un modo de vida previamente planificado -por una élite- para la consecución de una organización social concreta en la que el ser humano cede su autonomía a cambio de seguridad y se hace dependiente del aparato tecnológico. Su misión es servir al poder encarnado en el Estado, se hace esclavo del mismo por medio de la propaganda y la delegación.
La propaganda vende los inventos científico-tecnológicos como algo que proporciona libertad al hombre, sin embargo, su fin es la imposición de un sistema de dominación que penetra en su espíritu para conquistar su alma de manera que condiciona su visión del mundo y por lo tanto de la vida.
La técnica es un producto del conocimiento, por lo tanto siempre estará limitada por este. Por mucho empeño que pongan los especialistas en solucionar los problemas como el cambio climático o la contaminación (entre otros) derivados de aquella mediante otro tipo de técnicas alternativas, no podrán frenar la catástrofe venidera en forma de pandemias, hambrunas y guerras provocadas por la escasez de recursos energéticos y naturales. La tecnología será finalmente y después de alcanzar el cielo del conocimiento, el infierno de la civilización racional, su condena y no su salvación, la muerte en vida del hombre moderno o cuando no; su aniquilación.
La nueva dictadura no será ya la del Capital sino la Tecnológica. Todos los problemas derivados de la falta de recursos energéticos y naturales se fiarán a la técnica. La vigilancia será el pilar fundamental de los Estados. La tecnología responde a este nuevo sistema de dominación con la consecuente fiscalización de la población y la protección de las reservas naturales existentes. Los Estados con mayor poder tecnológico serán los garantes del nuevo orden mundial basado en la dominación por la escasez (producto de la revolución tecnológica) y no ya por la abundancia (producto de la revolución industrial) como hasta ahora a ido sucediendo, sobretodo en Occidente.
A esto hay que añadir la contaminación y el cambio climático que agravarán los problemas y los futuros conflictos por los recursos naturales y energéticos.
Es un error analizar el fenómeno técnico de forma aislada; la máquina puede tener una utilidad concreta para el hombre como herramienta más o menos sofisticada. El aparato técnico se debe de observar como un todo que organiza para bien o para mal la vida del hombre moderno y lo priva de autonomía de manera que lo hace dependiente de los avances cientifico-tecnológicos y de la super-estructura o megamáquina estatal que lo atenaza de forma constante con sus leyes y normas.
Lo que se entiende por libertad sólo se puede dar en un contexto de dependencia con el aparato tecnológico y con la megamáquina estatal, fuera de ésta es una quimera imposible de realizar.
La Técnica es poder. La Técnica es el instrumento para la dominación. Su base radica en el control de la Naturaleza y el ser humano por medio de la máquina. La eficacia de la Técnica se mide por su seguridad y productividad, o en otras palabras, por su poder de acumulación y destrucción.
El fin de la tecnología es el dominio y por lo tanto la deshumanización del hombre. La revolución tecnológica pone punto y final a los valores que habían adquirido las sociedades pre-modernas. La espiritualidad queda anulada en pos del materialismo impuesto desde el Poder y las relaciones sociales mutiladas y desfiguradas por los avances cientifico-tecnológicos.
La liberación de las fuerzas productivas impulsadas primero a través de la técnica (revolución industrial) y después con la revolución tecnológica (sin restricciones) ponen de manifiesto la contaminación y destrucción del medio ambiente con todos sus efectos concomitantes. Por añadidura la preservación de la Naturaleza no expuesta directamente a la actividad del hombre quedará en manos de Estados cada vez más totalitarios que intervendrán las zonas en forma de espacios protegidos y por lo tanto restringidos. Bañarse como pescar un río será una químera. Cazar en el bosque será delito. Acampar será tambien cosa del pasado. Y así, hasta que los espacios protegidos queden totalmente delimitados e inacesibles por el ciudadano de a pie.