[Analisis] Criar una niña o un niño digital
Fuente: Briega, extracto del libro «La pesadilla tecnológica» de Nicholas Carr.
Suelo recibir con bastante regularidad correos electrónicos y mensajes de padres muy preocupados por no estar a la altura del que se ha convertido en el reto fundamental a la hora de criar a tus hijos en los tiempos modernos: asegurar que los niños se adapten bien al entorno digital. Estos padres temen —y con razón— que sus vástagos se encuentren en desventaja en un medio virtual en el que, cada vez más, vivimos, trabajamos, amamos y competimos por pequeñas migajas de atención que, en su conjunto, llegan a determinar en nuestros días el éxito o el fracaso. Si no se adaptan bien al mundo virtual —según el punto de vista de estas madres y padres— sus hijos acabarán condenados al ostracismo, tendrán pocos amigos y aún menos followers. «¿Podemos seguir diciendo que estamos vivos —me escribió una madre joven algo apurada— si nadie lee las actualizaciones de nuestros estados?». La respuesta, por supuesto, es que no. En un mundo superpoblado de información y de mensajes instantáneos, la ausencia de estímulos interactivos, aunque sea durante muy poco tiempo, puede derivar en un estado de reflexión y pasividad difícil de distinguir de la inexistencia. A un nivel más práctico, carecer de habilidades online restringirá inevitablemente a largo plazo las perspectivas laborales de una persona joven. En el mejor de los casos, estará destinado a pasar sus días en algún tipo de trabajo manual, posiblemente trabajando al aire libre y con un acceso muy limitado a las pantallas. En el peor, tendrá que encontrar un puesto subalterno en el mundo académico.
Afortunadamente, criar a lo que yo denomino como «el niño digital» no es tan difícil. Después de todo, un niño recién nacido lleva una existencia de puro presente, inmerso en un «flujo» constante de estímulos y alertas. Mientras que el niño permanezca expuesto a las corrientes cruzadas del flujo de mensajes desde el mismo momento del parto —la conexión con el útero se sustituirá inmediatamente por la conexión wifi— la adaptación al mundo virtual probablemente se dé sin problemas y de forma satisfactoria. Las dificultades a la hora de adaptarse sólo se presentarán en el momento en que la conciencia del niño se vea afectada por la sensación de que el tiempo consiste en algo más que el momento presente. Por lo tanto, la tarea más urgente que deben asumir los padres es asegurar que el niño digital se encuentre, en todo momento, en un entorno en el que tenga a su alcance suficientes dispositivos conectados a la red.
También resulta fundamental impedir que el niño genere un excedente cognitivo. Su balance mental debe permanecer en un equilibrio perfecto, en el que cada impulso sináptico se corresponda inmediatamente con una tarea bien definida, a ser posible si se trata de la manipulación de símbolos en una pantalla de ordenador con el fin de producir contenidos de forma colaborativa. Si permitimos que los ciclos cognitivos se desperdicien, el niño puede caer en una especie de «estado de ensueño» introspectivo, al margen del flujo de la corriente digital. Por tanto, conviene asegurarse de que tu iPhone esté bien abastecido de aplicaciones adaptadas para niños, lo que a su vez proveerá de una copia de seguridad muy útil en caso de que tu hijo rompa, pierda o se vea separado de algún modo de sus propios dispositivos online. Se deberá prescindir, en la medida de lo posible, de los libros impresos, ya que también tienden a propiciar un estado de ensoñación introspectiva; aunque se permiten dispositivos multitarea que incluyan aplicaciones de lectura, como el iPad de Apple.
El mundo exterior entraña otro tipo de problemas para el niño digital, ya que la naturaleza, en el pasado, cosechó la reputación de inspirar estados introspectivos e incluso contemplativos en los jóvenes, que siempre resultan muy fácil de impresionar. (Algunos psicólogos defienden incluso que el solo hecho de observar el mundo desde una ventana puede ser peligroso para la salud mental del niño digital). A veces resulta prácticamente imposible mantener a un chiquillo alejado de la interacción con el mundo natural. En momentos así, lo más importante es asegurar que salimos pertrechados con dispositivos electrónicos móviles, como reproductores de música, smartphone, juegos, con el fin de no interrumpir la corriente digital. Si no puedes acompañar físicamente a tus hijos en sus excursiones al mundo natural, es aconsejable enviarles mensajes de texto cada pocos minutos para asegurarte de que permanezcan conectados y a salvo.
Los retos que plantea mantener a tu hijo inmerso en un entorno digital pueden ser difíciles, pero recuerda: la Historia está de tu parte. El mundo digital se hace omnipresente con el paso de los días. Además, es importante recordar que uno de los mayores placeres de la crianza moderna es documentar los momentos más especiales de tu criatura a través de mensajes, tuits, entradas, fotografías y vídeos de YouTube. El niño digital representa una fuente inagotable de contenidos para los padres y madres digitales.
Navegar a través de la corriente de mensajes en tiempo real es una aventura que tu hijo y tú podéis disfrutar juntos. Todo momento es único, porque cada momento está desconectado tanto del que lo precedía como del que vendrá después. El mundo digital es un estado de renovación constante. Así, la alegría de la infancia se vuelve perpetua.