[Analisis] «La técnica según Jacques Ellul» Por Jose Ardillo
Hacia finales de la década de 1940, Jacques Ellul, como él mismo explicó, se dedicó a escribir con su amigo Bernard Charbonneau dos importantes obras cuyo objetivo era analizar lo que identificaron como los dos pilares del sistema de dominación: la Técnica y el Estado. El trabajo se dividió simplemente: Charbonneau se hizo cargo del Estado, y Ellul de la Técnica. Sólo podría haber sido una empresa clandestina, en la medida en que iba contra la corriente de una era invadida en gran medida por la fe en la industrialización y un estado de bienestar que se convirtió en un poder tutelar. El curso de estos dos libros, aunque escritos al mismo tiempo, diverge completamente. El Estado de Charbonneau, completado en 1949, no tuvo publicación comercial hasta finales de la década de 1980 (1). La Technique ou l’enjeux du siècle, por su parte, se publicó por primera vez discretamente en 1954 en una colección universitaria, y permaneció ignorada por el público, incluso si gradualmente se forjó un lugar en el mundo cultural y académico, particularmente en los países anglosajones, a partir de la década de 1960 (2). Por citar un ejemplo de su destino en Europa, este libro fue traducido por primera vez al español en 1962, pero pasó desapercibido en la España franquista, que comenzaba a «beneficiarse» de una cierta mejora económica e industrial.
Huelga decir que estos dos temas, Técnico y Estado, fueron para los dos amigos fenómenos inseparables, y a lo largo de sus escritos se desarrolla un diálogo sobre el exceso adquirido en nuestro tiempo por la organización estatista y tecnificada de nuestro mundo moderno. En la sociedad organizada, para usar el término utilizado por Paul Goodman al mismo tiempo, el uso de medios técnicos se convierte en un fin en sí mismo. El Estado se convierte en la autoridad indiscutible y asume el papel de órgano rector para la aplicación de estos medios. Entonces se define como un estado técnico. Su razón de ser es menos ideológica que operativa, o mejor dicho, su ideología se ha convertido en la de la Eficiencia, en un momento en que la cuestión principal es la gestión y el control de enormes masas de población.
Sin embargo, no se trata de creer que la Técnica es para Ellul la causa última que lo explicaría todo. No es Heidegger, ni propone establecer una metafísica de la Técnica. Su enfoque es sociológico, y trata de abarcar la totalidad humana sin tratar de encajarla en un esquema rígido previamente establecido. Lo que Ellul descubre, como Lewis Mumford o Günther Anders habían hecho de manera diferente, es el carácter específico y total del fenómeno técnico como palanca que pone en marcha la vida social, determinando la acción del poder político y redefiniendo tanto la interioridad de la persona como las características de su libertad. El universo técnico no es una visión de la mente o una abstracción, es sobre todo el resultado histórico del proceso de industrialización, mezclado con la fe en el progreso tecnológico y la convicción de que el camino principal hacia la emancipación humana radica en el control de la naturaleza. Esta última idea es importante: implica, por ejemplo, que un trabajador politizado de 1936 compartía en gran medida el mismo ideal de propósito histórico que su jefe. Cada uno veía en el otro una vergüenza en el camino hacia la auténtica emancipación. El trabajador pensó que su jefe, con su estúpido egoísmo, impedía que la técnica se expandiera efectivamente, y así establecer una sociedad de igualdad y abundancia. El patrón, por otro lado, vio en el trabajador un apéndice que nunca se adaptó completamente al sistema de producción, pero que el desarrollo de la mecanización y la automatización haría superfluo. Esta visión simétrica, aunque opuesta, no contradecía el profundo acuerdo sobre lo que se consideraba el verdadero horizonte de la emancipación: un paraíso tecnificado, el reino de la libertad más allá de las limitaciones impuestas por la naturaleza.
La reflexión de Ellul sobre la Técnica es difícil de resumir en pocas páginas, y podría dar lugar a desarrollos muy diferentes dependiendo de los aspectos que se consideran los más importantes en sus obras. Pero, de una forma u otra, todas las explicaciones deberían corresponder a su idea general, a saber, que la Tecnología es la imagen que el hombre moderno tiene de su libertad, a escala individual y colectiva; es su horizonte y su futuro. Todas las formas de política y organización, pero también todas las formas de sociabilidad, así como las formas de habitar el mundo, deben ser parte de este horizonte técnico que está abierto a todos.
La Técnica barre todo contenido político importante, cancela las diferencias culturales, vacía de su significado las preguntas existenciales más profundas, porque pretende administrar sus soluciones en todas las áreas. No importa las viejas etiquetas de «izquierda» y «derecha», no importa si uno es burgués o simplemente empleado, pertenece a una «tribu urbana» o es campesino, cree en Dios o es ateo, no importa las preferencias sexuales o los gustos estéticos, una vez que se reconoce que la sociedad debe tomar el camino de la perfección técnica ilimitada. El hombre puede soñar con la transformación del universo, y todo se transforma entonces en materia prima, una pieza de repuesto, un objeto de experimentación para un nuevo invento que reemplazará al anterior. Es solo cuestión de tiempo, y esto es lo que hace que el fenómeno técnico sea impresionante: a principios de la Edad Media, el humilde aldeano podía sobrevivir en medio de los campos, esperando que el Juicio Final trajera la redención de la humanidad; a principios del XXIe De la misma manera, el ciudadano promedio sabe que su vida cotidiana es solo un momento efímero en el progreso constante de la humanidad hacia la redención técnica integral y absoluta. Cuando llegue ese día, la humanidad podrá ocupar su lugar junto a los dioses, superando una naturaleza percibida como contingente y miserable. Pero para poder realizar este sueño de poder infinito, la especie humana está obligada a aniquilar en sí misma su propia naturaleza, debe reconstruirse de arriba a abajo, al mismo tiempo que transforma su entorno.
Es por esta razón que los desequilibrios, extinciones y devastaciones frecuentemente causadas por el desarrollo de la Técnica no asustan a los programadores: son solo síntomas secundarios que acompañan un avance necesario. Tal vez doloroso, pero necesario. Atacar la naturaleza hasta las profundidades de sus profundidades implica también aceptar que la reconstrucción del universo humano ya está en marcha y que lo nuevo solo puede construirse sobre las ruinas del entorno primitivo.
La carrera técnica contra el tiempo ha comenzado. Podría resumirse en la siguiente parábola. Digamos que alguien quiere construir un puente sobre la estructura de un puente existente. Quiere cambiarlo todo, pero para hacerlo, está obligado a conservar las partes viejas al mismo tiempo que construye las nuevas. Este puente puede colapsar en cualquier momento, porque construir implica destruir lo que ya estaba allí, el riesgo es permanecer suspendido en el vacío. El viejo puente ya está demasiado deteriorado para soportar las operaciones de transición a un nuevo puente. Sigue siendo la estructura en la que confiar, pero una estructura frágil y precaria. Y la nueva estructura, con sus partes aparentemente más fuertes, hechas a medida, según un plan ingenioso y eficiente, depende para su correcta instalación de la resistencia de la antigua.
L’humanité, ou plutôt ses gestionnaires fous et ses exploiteurs, a pensé qu’avec l’informatique, les biotechnologies, les nanotechnologies ou la géo-ingénierie, il serait possible de construire une solide technosphère sur les ruines de notre vieille planète.
Mais dans cette course contre la montre, il est probable que le pont s’effondre plus tôt que prévu…
II.
Dans La Technique ou l’enjeu du siècle, Ellul écrit : « La technique intègre toute chose. Elle évite les heurts et les drames : l’homme n’est pas adapté à ce monde d’acier : elle l’adapte. Mais il est vrai aussi qu’au même moment elle change la disposition de ce monde aveugle pour que l’homme y entre sans se blesser aux arêtes et qu’il ne ressente plus l’angoisse d’être livré à l’inhumain. »
Il distingue clairement la machine de la technique. La première n’est qu’une partie de l’ordre structuré dans lequel s’insère aujourd’hui la vie humaine. Le monde mécanisé et automatisé se transforme en un système cohérent et unifié. Certains reprocheront à Ellul de faire de la technique une sorte d’agent ou de sujet quasiment doté d’une volonté propre. Et il est vrai qu’il emploie constamment la tournure « la Technique fait » ceci ou cela. Il faut entendre par « technique », ou Technique, puisqu’il préfère l’usage d’une majuscule, l’organisation technique que bâtit la société actuelle, et à laquelle celle-ci se laisse elle-même conduire. Ce qui implique un paradoxe : celui de la constitution du phénomène technique face au tout social. À un moment donné, la technique commence à pénétrer toutes les sphères de la vie et de la société. Et elle finit par modifier la nature de toutes les activités jusqu’à ce que la société s’identifie avec l’organisation technique.
L’importance du phénomène technique pour Ellul réside dans sa capacité à intervenir dans toute action ou tout geste humain jusqu’à l’amener à son plus haut degré d’efficacité. Il s’agit probablement là du trait le plus important qui explique les transformations de la technique : la recherche de moyens – qu’il s’agisse d’outils ou de méthodes – conduisant à des résultats toujours plus efficaces (productivité, rendements, rapidité, commodité, etc.).
Toutefois, ce critère de l’efficacité n’a de sens que si l’opération technique est appréhendée comme un acte isolé. Par exemple, il est évident – en apparence – que le transport d’une tonne de fruits d’un point géographique à un autre se fait plus efficacement avec un camion qu’avec une charrette tirée par des chevaux. On entend par là que l’on peut déplacer d’un lieu à l’autre une plus grande quantité de fruits dans un temps plus court. Mais en fait il s’agit là d’une analyse complètement abstraite. Pour que cette opération technique se réalise à cette nouvelle échelle d’efficacité, il est nécessaire non seulement de transformer tout le milieu physique (construire des voies de transport adaptées à un engin motorisé), mais aussi de développer la mécanique et l’ingénierie du moteur, créer un réseau d’approvisionnement en combustibles, imposer un code de la route, établir un cadre légal au sein duquel la circulation de véhicules peut se développer dans de bonnes conditions de sécurité, etc. Pour que ce camion chargé de fruits puisse rouler tranquillement, il est tout aussi nécessaire que d’énormes pétroliers traversent le canal de Suez et qu’une employée de compagnie d’assurances arrive à l’heure à son poste de travail. Mais ce n’est pas tout : le transport de fruits sur de longues distances suppose déjà un concept nouveau de stockage, la commercialisation et la consommation de marchandises appelées « fruits ». C’est uniquement en créant ce monde technique parfaitement coordonné et régulé que la nouvelle opération peut se révéler plus efficace. Nous sommes donc en train de comparer deux mondes où se réalisent des actions dont le sens est complètement différent. On est alors en droit de se demander : qu’est-ce que l’efficacité ?
L’organisation technique se transforme en un système total, dont toutes les parties sont interdépendantes, et dont on a du mal à percevoir les conséquences politiques et psychologiques. D’un côté l’État-nation centralisé doit se muer en un agent implacable de cette organisation qui fonctionne maintenant sur de très larges territoires. Il doit organiser le commerce, l’extraction de matières premières, l’appareil légal qui soutiennent toute transaction, et bien sûr la diplomatie et l’armée. Mais à son tour, l’individu inséré dans ce système en est réduit au rôle de rouage devant réaliser une tâche partielle et fragmentaire. Le conducteur d’un grand transporteur ou la secrétaire de la compagnie d’assurances sont sous la coupe d’un ordre total, opaque, fermé sur lui-même, un système duquel ils ne savent pratiquement rien et dont les dimensions dépassent toute capacité de représentation. Il suffit de parler aux personnes qui conduisent ces poids lourds sur de très grandes distances, d’écouter ce qu’ils disent des zones logistiques où ils sont chargés et de ce qui s’y déroule. Si l’on se faisait petite souris pour s’introduire dans l’un de ces hangars de marchandises où sont chargés par des grues les containers qui traversent les frontières, avec ces travailleurs dormant sur des aires de repos le long des routes, on se rendrait compte du monde matériel qui nous entoure. De même pour l’évacuation des eaux usées dans les villes, le traitement des déchets, la construction d’autoroutes élevées… Le monde inhumain du futur que décrivaient les visionnaires d’il y a un siècle est déjà le nôtre. Le problème, c’est que nous nous sommes habitués à lui et que nous sommes incapables de comprendre sa véritable nature.
La Technique convertie en système total, c’est à peu près ce que décrit Jacques Ellul dans son premier livre. La Technique, en prenant de l’ampleur, se fait autonome, se justifie et s’explique elle-même. Elle trouve en elle-même les solutions aux problèmes qu’elle a créés : si l’eau potable devient rare, elle inventera un purificateur ; si la personne qui travaille à l’usine souffre de dépression, elle inventera des antidépresseurs ; etc. Les plaisirs et les divertissements seront eux aussi techniquement organisés afin de parvenir plus efficacement aux masses de population désormais contraintes de s’adapter à un environnement totalement modifié.
III.
Une fois traduit en anglais, l’ouvrage d’Ellul atteignit progressivement les sphères intellectuelles nord-américaines. De nombreux auteurs qui avaient entrepris l’analyse des effets désastreux de l’économie technicisée sur la nature ou sur la liberté le trouvèrent, malgré ses analyses fort justes, trop sombre et fataliste.
En 1977, comme en réponse à ces critiques, Ellul fait paraître son deuxième grand livre sur la technique, Le Système technicien (3). Il y affine un peu plus sa critique, produisant ainsi ce que l’on considère aujourd’hui comme son travail le plus achevé sur ce phénomène. En premier lieu, et pratiquement un quart de siècle après la parution du premier ouvrage, Ellul se voit obligé de rendre compte de toutes les définitions et analyses qui ont paru depuis sur les rapports entre société et technologie. Il réduit aussi le champ d’études et tente de décrire comment la Technique s’est instillée jusqu’au cœur de la société pour en arriver à la transformer en une sorte de système de systèmes, en un tout cohérent ou presque, régi par la télématique, l’informatisation et l’automatisation. En somme, une société où il est difficile de se rendre compte du phénomène technique parce que celui-ci apparaît désormais comme une seconde nature qui structure toutes les relations. Ellul, dans cet ouvrage, donne des précisions, aborde des aspects concrets, répond à toute la littérature sur la technologie qui avait massivement émergé à partir des années 1960.
Dans ce livre sur le « système technicien », il prend note également de toutes les analyses contemporaines qui ont tenté de saisir dans sa globalité la signification de la société moderne : société industrielle, postindustrielle, société de consommation, technocratie, village global, mégamachine, société du spectacle, etc. Il considère que tous ces termes énoncent, certes, une vérité sur la société contemporaine, mais il les considère comme insuffisants dans le sens où ils ne signalent pas ou ne mettent pas au premier plan le trait fondamental de notre époque : la Technique.
Ellul considère que la définition de celle-ci doit se faire de manière à la fois déductive et inductive. Elle doit procéder d’une reconnaissance du phénomène technique comme fait en soi, sans pour autant omettre que la Technique s’appuie sur des choses concrètes, sur la société, l’économie, l’organisation de la vie collective.
Ellul signale en outre que l’apparition de l’informatique – nous ne sommes pourtant qu’en 1977 – se présente comme une quatrième révolution industrielle après celle du charbon, de l’électricité et de l’énergie atomique. Et cette fois, souligne-t-il, il s’agit d’une transformation qui n’est pas directement associée au développement d’une source d’énergie, mais à une évolution essentielle dans le domaine de l’agencement du système : « Le phénomène dominant n’est plus une croissance de l’énergie potentielle et utilisée, mais un appareillage d’organisation, d’information, de mémorisation, de préparation à la décision, qui se substitue à l’homme dans un grand nombre de ses opérations intellectuelles. »
De fait, le système technicien n’est rien d’autre qu’une évolution conséquente du concept de Technique développé par Ellul quelques années auparavant. Dans les années 1950, « on pouvait donner une définition très large de la Technique en fonction de ce qui avait été implicitement le caractère dominant du phénomène, depuis ses origines : l’efficacité ». Le concept de Technique pouvait se distinguer du simple usage des machines pour se généraliser et s’appliquer à tous les domaines où l’objectif est d’utiliser des moyens augmentant l’efficacité d’une opération, en tenant compte de l’échelle spécifique sur laquelle on mesure cette efficacité.
Quasiment dès ses premiers écrits, Ellul a aussi distingué la Technique de la Technologie, considérant le second terme comme désignant le discours ou la science produits sur la Technique. « D’abord discours sur des techniques particulières, puis essai de discours sur la Technique en général, c’est-à-dire en réalité sur le concept lui-même. Mais ici nous atteignons alors non plus l’étude des procédés de telle opération, industrielle par exemple (ce qui fait toujours l’objet des cours de technologie !) mais une réflexion philosophique. »
Il précisait auparavant :
Ainsi l’on arrivait à une nouvelle conception de la Technique, comme milieu et comme système, c’est-à-dire que les techniques combinées entre elles et concernant la totalité des actions ou des modes de vie humains prenaient une importance qualitativement différente. La Technique cessait d’être une addition de techniques pour, au travers de la combinaison et de l’universalisation, arriver à une sorte d’autonomie et de spécificité.
Tout ceci pourrait nous sembler assez peu original, mais il ne faut pas oublier que cet ouvrage date de 1977, et qu’il partait d’une réflexion commencée au début des années 1950. Si l’on excepte Lewis Mumford, Ellul fut sans doute l’auteur qui, durant toute la deuxième moitié du xxe siècle, œuvra le plus obstinément à introduire le problème de la technique et de la technologie dans le débat sur le destin de notre société. Nombre des définitions et concepts que nous utilisons aujourd’hui dans nos discussions sur la technique proviennent de débats dont il posa les bases.
Autonomie et auto-accroissement, universalisation et totalisation de la Technique : les questions abordées des années auparavant par Ellul font leur retour dans Le Système technicien, mais à la lumière de nouvelles avancées, comme l’informatisation, et de nouveaux enjeux sociologiques. L’aliénation a resserré son étau, la contre-culture hippie est apparue comme une réponse immature à une société inhumaine, le catastrophisme de la science-fiction est un symptôme supplémentaire de l’adaptation des masses à un système qui les laisse sans voix et sans réflexion, et les propositions d’une technologie libératrice à la Bookchin ou à la Marcuse sont grevées par leur optimisme foncier. Partout, le système fonctionne « trop bien » pour que le citoyen moderne remette en question le monde que la propagande l’a conduit à accepter.
L’aspect visionnaire du livre d’Ellul réside dans son insistance sur le caractère fluide et flexible du système technicien. La coordination totale et presque parfaite entre les sous-systèmes dessine une sorte de milieu utérin où l’individu n’éprouve presque plus la nécessité de penser ou d’expérimenter des sensations propres. Ainsi se déploient les symptômes inquiétants d’une inertie collective, d’une opacité de l’âme humaine dans un milieu rendu artificiel.
Ce qui confère toute son actualité au second ouvrage d’Ellul est précisément cette insistance sur la reconstruction technique du milieu, dans laquelle se profilent déjà les dangers de l’ingénierie génétique. La technoscience sépare, fragmente, divise, détruit la structure de la réalité, qui est désormais produite dans le laboratoire-monde. Ellul va même jusqu’à prévoir dans son ouvrage l’ascension d’une « téléinformatique sans frontières ». Il en arrive à des conclusions politiques et psychologiques qui restent inacceptables pour le technophile moderne. On ne peut résumer ici tout le pessimisme lucide qui est distillé dans ces pages : dire que pour Ellul la Technique, le « système technicien », ne peut que nous mener progressivement à une société totalitaire serait résumer abruptement son message sans pour autant le trahir. Comme dans son précédent ouvrage, le secret de l’échec essuyé par l’humanité face au pouvoir de la société technicienne moderne réside dans le conditionnement qu’elle a mis en place : « Le système technicien comporte ses agents d’adaptation. La publicité, les divertissements par mass media, la propagande politique, les relations humaines et publiques (4), tout cela, avec des divergences superficielles, a une fonction : adapter l’homme à la technique. » Ne nous leurrons pas : adapter l’être humain à la technique ne veut pas dire l’adapter sommairement au monde de la machine, à la technologie, mais plutôt, et avant tout, aux nouvelles conditions d’un système de domination qui a pour fondement l’efficacité technique, qui soutient le pouvoir incontestable de l’État, qui vide la liberté de son contenu, et qui étend partout le règne de l’artificialisation.
En 1988 paraît la dernière grande œuvre de Jacques Ellul sur la technique : Le Bluff technologique, qui réaffirme ses positions critiques sur le devenir de la société contemporaine (5). Le penseur y actualise ses analyses sur la base des dernières avancées survenues dans ces secteurs qu’il avait évoqués dans son livre précédent, la micro-informatique et la télématique. Il dénonce énergiquement le credo progressiste et la foi irrationnelle dans les bienfaits du monde technologique. Il affirme une fois de plus que la démocratie est morte au moment où elle est passée entre les mains du pouvoir omniscient de l’Efficacité. Il nie l’existence d’un véritable discours ou d’une véritable philosophie de la technique (une « technologie »), bien plutôt remplacés par un brouhaha de propagande qui offusque l’esprit :
Et quand je dis bluff, c’est que l’on charge maintenant les techniques de centaines de réussites et d’exploits (dont on ne pose jamais ni les coûts, ni l’utilité, ni les dangers), et que la technique nous est dorénavant présentée expressément à la fois comme la seule solution à tous nos problèmes collectifs (le chômage, la misère du tiers-monde, la crise, la pollution, la menace de guerre) ou individuels (la santé, la vie familiale, et même le sens de la vie), et à la fois comme la seule possibilité de progrès et de développement pour toutes les sociétés. Et il s’agit bien de bluff, parce que dans ce discours l’on multiplie par cent les possibilités effectives des techniques et que l’on voile radicalement les aspects négatifs.
IV.
Ellul était persuadé qu’il n’y a rien de plus abstrait que de parler de l’humanité et de son champ d’action face à la science et la technique. Une vérité trop facilement acceptée affirme ainsi que l’homme est maître de la Technique. Mais dans Exégèse des nouveaux lieux communs (1966) (6), il s’interrogeait avec une certaine exaspération :
L’« homme » : quand je prononce ce mot, je suis toujours plein de trouble, d’incertitude et d’anxiété. Qui vise-t-on ainsi ? Après tout, le premier homme que je connaisse, c’est moi. Est-ce de moi qu’il est question dans cette formule ? Mais qui suis-je et que puis-je, et comment pourrais-je maîtriser la-les machines, toutes les machines ? Et le complexe technique ? Comment puis-je agir sur la croissance des techniques ? Et sur l’usage de l’énergie atomique ?
Ellul ne se trompait pas : ses questionnements mettent en relief les problèmes qu’implique le fait de se considérer comme un citoyen libre dans un monde où tout échappe au cercle de la responsabilité personnelle. L’organisation technique, par nature, n’autorise pas qu’on se questionne sur elle. Il n’y a ni le temps ni l’espace pour la réflexion. Dans une société dont le carburant quotidien est l’efficacité, la morale reste loin derrière, dans le dernier wagon. Le train arrivera peut-être à l’heure dans telle ou telle gare, mais nous aurons sans doute oublié la raison de ce qui s’apparente à une avancée continuelle vers le néant.
Notes
1. Bernard Charbonneau, L’État, Paris, Economica, 1987. Rééd. R&N, 2021.
2. Jacques Ellul, La Technique ou l’enjeu du siècle, Paris, Economica, 1990.
3. Jacques Ellul, Le Système technicien, Paris, Le Cherche-Midi, 2004.
4. Términos utilizados en la década de 1970 para referirse a lo que ahora se llama «gestión» y «comunicación».
5. Jacques Ellul, Le Bluff technologique, París, Pluriel, 2012.